En este caso se aplica el principio de que la velocidad de infusión del líquido (es decir, la cantidad de volumen administrado durante un intervalo determinado) viene dictada por la magnitud y la rapidez de la pérdida. Cuanto más intensa y rápida sea la pérdida de líquidos, más rápidamente se deben administrar éstos. En pacientes con una enfermedad crónica estabilizada, recurra al período más largo de que pueda disponer (p. ej., 12 o 24 horas). Simplemente sume el déficit de deshidratación, las necesidades de mantenimiento y las pérdidas en curso que estime, y administre esa cantidad durante el periodo de tiempo más largo de que disponga. Por ejemplo, si se le presenta un perro de 10 kg con vómitos y con un 10% de deshidratación, que usted considera estable y que solamente va a estar en el hospital durante 12 horas, puede sumar 1 l para la deshidratación, 600 ml para mantenimiento (asumimos que el mantenimiento es de 60 ml/kg/día) y una estimación de 500 ml de pérdidas en curso, porque el perro sigue vomitando. Eso significa que hay que administrarle 2.100 ml repartidos entre 12 horas, es decir, 175 ml/h. Esta velocidad de infusión es de 17,5 ml/kg/h. Si el paciente muestra signos de compromiso del volumen circulatorio (p. ej., taquicardia, tiempo prolongado de llenado capilar y pulso débil), puede ser preferible administrar una parte de las necesidades diarias calculadas durante un periodo más breve. Por ejemplo, se le puede administrar el déficit de deshidratación de 1 l durante las primeras 4 horas (a una velocidad de infusión de 25 ml/kg/h) y después, durante el período de tiempo restante, reducir la velocidad de infusión a las necesidades de mantenimiento y pérdidas en curso (es decir, 1.100 ml durante las 8 horas restantes, o 13,75 ml/kg/h). No existe una respuesta única sobre la velocidad a la que se pueden administrar los líquidos, ya que ésta dependerá de las circunstancias. Recuerde que en caso de shock puede administrar líquidos por vía intravenosa a una velocidad máxima de un volumen sanguíneo por hora, lo que corresponde a 80-90 ml/kg/h en el perro y a 50-55 ml/kg/h en el gato, si la función cardíaca y la producción de orina son normales